Las bodegas de Jerez y la máquina del tiempo
Las bodegas de Jerez no son solo pilares de la tradición local. También sirven como templos desde los que viajar, con todos los sentidos más allá del gusto, a un pasado que sobrevive intacto.
Al descubrir Jerez, uno tiene la impresión de haber llegado en una máquina del tiempo. Sobre todo si, cuando la empieza a recorrer, se adentra en el universo único de sus bodegas. El mismo escenario inalterado desde que empezaron a abrir, hace ya dos siglos, algunas incluso tres. El mismo olor a vino que en verano se filtra por las paredes de las bodegas e inunda las calles aledañas; los mismos patios, joyas arquitectónicas; las mismas botas, toneles de 500 litros de madera de roble americano, en las que maduran los vinos durante años; las mismas sensaciones cuando se prueban los caldos; e idéntica, también, banda sonora.
Jerez es la capital del vino de Andalucía y uno de los rincones de España, tierra vinícola, con algunos de los vinos más especiales del país. También, todavía, algunos de los más desconocidos, porque estos saltaron las fronteras españolas para conquistar el extranjero antes incluso de haber conquistado la propia Península. En esa larga contienda están todavía inmersos.
En la zona se conoce oficialmente como ‘Marco Jerez’ la región, con más de 7.000 hectáreas de viñedos, donde se puede producir Jerez y envejecerlo. Incluye, junto a Jerez de la Frontera, las localidades gaditanas y sevillanas de Rota, Chipiona, Trebujena, Lebrija, Chiclana, Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda. Pero es en Jerez donde la experiencia del vino y el brandy alcanza su máxima plenitud y donde se ha convertido en uno de los principales atractivos de la ciudad.
Visita las mejores bodegas de Jerez
Hasta 15 bodegas abren sus puertas a los visitantes con diferentes experiencias que abarcan desde la tradicional visita a las instalaciones y la cata hasta conciertos, paseos y cenas en los viñedos o catas especiales de palo cortado, hoy en auge.
Tío Pepe
En pleno centro histórico, junto al Alcázar y la Catedral está enclavada la que es, probablemente, la bodega más famosa: Tío Pepe. Esta no es solo una bodega, sino una institución, porque su fino es el más consumido tanto en los bares como cada mayo en la Feria del Caballo. En Tío Pepe disponen incluso de un tren para recorrer las viñas en una visita que se completa después con la entrada a los cascos bodegueros del siglo XIX y con la cata final. Allí, cada agosto, además, se celebra el Festival Tío Pepe, alta gastronomía maridada con vinos de la casa y conciertos de artistas nacionales e internacionales. Para el próximo año ya están programados Simple Minds, India Martínez o Isabel Pantoja, entre otros.
Bodega Fundador
El viaje más largo en el tiempo es patrimonio de la bodega Fundador. Inaugurada en 1730, es la más antigua de la ciudad. De hecho, forma casi una ciudad dentro de Jerez, con sus calles, plazas, jardines, patios tradicionales y un museo en el que conocer la amplia historia de esta bodega famosa, sobre todo, por su sus brandys y su vino Harveys Bristol Cream, un oloroso dulce que presume de ser el más vendido en todo el mundo.
Bodegas Tradición
Con menos historia, porque es una bodega joven, pero unos vinos de gran prestigio, en Bodegas Tradición se puede disfrutar, además, de su impresionante colección privada de arte, una de las mejores de Andalucía, con obras de artistas como Goya, Velázquez o Zurbarán, entre otros.
No te pierdas… La nueva exposición que acoge Bodegas Tradición de Pío Cabanillas: una muestra inédita de 16 fotografías en blanco y negro capturadas en la Semana Santa de Santiago de los Caballeros de Guatemala, ciudad hoy conocida como Antigua.
Lustao
Lustau es una de las más populares. Al paseo por el casco de la bodega se suman diferentes experiencias como menús especiales maridados con sus vinos o comidas o cenas en los viñedos.
Cayetano del Pino
En Bodegas Cayetano del Pino, con más de 130 años de experiencia y hoy gestionada por la cuarta generación de los herederos del fundador que da nombre a la marca, se puede degustar uno de los palo cortados más apreciados por los propios jerezanos.
Pero si se busca una experiencia realmente especial, más allá de la arquitectura de las bodegas, de conocer su historia y el proceso de elaboración de los vinos y de probarlos directamente escanciados desde las botas, lo mejor es visitar Jerez las semanas previas a la Navidad. Es entonces cuando se celebran las zambombas navideñas, las fiestas de villancicos flamencos. Jerez es una de las cunas del flamenco y desde noviembre sus plazas, sobre todo en los barrios gitanos de San Miguel y Santiago, sus tabancos, las tabernas tradicionales de la ciudad, y también sus bodegas se transforman en los escenarios de estos conciertos que no lo son. Una zambomba es un grupo de artistas, gitanos, la mayoría, en corro, turnándose para cantar y bailar, espontáneos, espoleados por el vino, como siempre se cantó en Navidad en los patios de las casas donde vivían las familias flamencas. Porque es en ese momento, con una copa de fino en la mano, o de palo cortado, o de oloroso, con ese compás, con esa juerga, donde más sentirá uno que a Jerez, al contrario de lo que creía, no llegó en avión, sino en máquina del tiempo.