Ray Zapata y el valor del esfuerzo
Acaba de lograr la plata olímpica de Tokio en la prueba de suelo, y el gimnasta nacido en República Dominicana y criado en Lanzarote ya está preparándose para nuevos objetivos como el oro en París.
Hace solo unos meses que recogiste la plata en los Juegos de Tokio. ¿Qué siente un deportista en un momento así?
El sentimiento de recoger una medalla olímpica no se puede explicar, tienes que vivirlo para entenderlo. Yo solo lo puedo describir como la felicidad plena de haber conseguido un logro tan importante, de haber cumplido un sueño que tenías desde niño. La medalla es lo más grande que un deportista puede conseguir.
¿Cómo es la rutina después de alcanzar un objetivo así? ¿Has podido parar?
Sí, he estado mes y medio de vacaciones. Nunca había parado tanto tiempo, pero necesitaba descansar un poco tanto física como mentalmente. Y, también, disfrutar de mi niña pequeña, que tiene solo meses, estar con ella y con junto a mi mujer y despejarme un poco del mundo del deporte.
Llamasteis a vuestra niña Olimpia, un nombre que ha sido casi premonitorio.
Sí (ríe), estuvimos valorando varios nombres y ese es el que mejor se adaptaba a ella. Pero es que además mi objetivo en Tokio era conseguir la medalla para dedicársela a ella y que, el día de mañana, cuando sea un poco mayor, pueda ver lo que hizo su padre.
Entraste en el Centro de Alto Rendimiento bastante mayor para lo habitual en la gimnasia artística. ¿En algún momento se te pasó por la cabeza tirar la toalla?
Antes de entrar en el CAR de Barcelona, sí pensé en dejar la gimnasia. Me estaba haciendo mayor y no contaban conmigo para formar parte de ningún equipo. Me desanimé un poco y pensé en dejarlo viendo que los chicos de mi edad ya estaban buscando trabajo y tenían otras cosas en mente, mientras lo mío no salía. Por suerte, Gervasio Deferr y Víctor Cano me dieron entonces la oportunidad de entrar en el CAR de Barcelona y, tras 4 años entrenando con ellos, pasé al de Madrid. Ese momento fue para mí como un salvavidas.
¿Gervasio Deferr era ya un referente para ti en lo deportivo?
Por supuesto, yo sabía que él había conseguido una medalla olímpica y, como gimnasta, quería conseguir uno de sus logros.
¿Crees que tienes ahora tú una responsabilidad por los jóvenes que miran tu ejemplo?
Creo que los deportistas somos referentes, pero no solo para los chavales: también para muchas personas adultas que en el deporte pueden ver cómo todo se consigue con esfuerzo y trabajo duro. El hecho de marcarse un objetivo desde muy pequeño y tener que esperar tanto y sudar tanto para conseguirlo tiene una lección, y más ahora con las redes, que son un medio de transmitir e informar, de inspirar a niños y adultos para que practiquen deporte y, sobre todo, luchen por sus objetivos.
Al llegar de República Dominicana a Lanzarote, el deporte te ayudó a integrarte. ¿Cómo recuerdas aquellos primeros años?
Estaba en casa prácticamente encerrado porque no tenía amigos, solo los del colegio, del que vivíamos relativamente lejos. Me aburría muchísimo y la gimnasia fue la excusa perfecta para cansarme y dejar un poco tranquila a mi madre y para conocer gente y desinhibirme.
República Dominicana, Lanzarote, Barcelona, Madrid… ¿De todos los lugares en que has vivido con cuál te quedas?
Yo me siento de todos esos lugares, porque cada uno me ha aportado algo y me ha dado oportunidades de crecer. España me ha permitido hacerlo como persona y como deportista. República Dominicana me encanta, me gusta mucho su comida por ejemplo. Y en Lanzarote me crie. Mi carrera como gimnasta empezó allí y por eso le tengo un cariño muy especial.
¿Cuando viajas por competiciones tienes tiempo de visitar los destinos? Has estado en lugares tan interesantes como Río de Janeiro, Tokio o Bakú, en Azerbaiyán.
Curiosamente Azerbaiyán es el único sitio que he podido visitar. Es verdad que los deportistas viajamos a muchos sitios, pero no vamos a hacer turismo. Vamos a competir y, como mucho, tenemos un par de horas para salir a cenar. No tienes una semana para visitar el país, terminas una competición un sábado y el domingo tienes que volver porque el jueves viajas a otro lado y tienes que entrenar. Me hubiera gustado hacer turismo en Tokio, pero por las restricciones del covid, no se pudo, y en algún momento haré un viaje a Japón con mi familiar porque es un país que me llama mucho la atención.
¿El aplazamiento de los Juegos por el covid trastocó mucho tu plan o te dio más aire?
A mí me vino genial. Llevaba muchas competiciones encima y aproveché para descansar y operarme del tobillo –tenía unos cuerpos libres, unos huesos sueltos que se rompen por impacto–. Fue un año de margen, que parece mucho tiempo, pero no lo es. Yo me recuperé y llegué a Tokio en mi mejor pico de forma.
¿Y ahora en qué momento estás?
Me acabo de incorporar y estoy entrenando progresivamente. Tengo una tendinitis en el talón de Aquiles y he de cuidarme mucho de cara a este ciclo, para poder competir al máximo nivel.
¿Y el oro en París?
Ese es, sin duda, el objetivo.