Rozalén comparte su inspiración
Con nuevo álbum, la ilusión de regresar a los escenarios para cantarlo esta primavera y un premio Goya, la estrella nos habla de música y de la pasión con que ella la vive.
Has descrito tu último trabajo, “El árbol y el bosque”, como el más introspectivo. ¿Qué Rozalén se muestra en sus canciones?
Me he puesto delante de un espejo. Llevo mucho tiempo intentando encontrar sentido a muchas cosas y, aunque el disco anterior fue quizás el más íntimo porque cuento cosas de mis raíces, de mi familia… –no puede haber algo más íntimo que eso–, este tiene más preguntas existencialistas. Busco qué sentido tiene mi vida, a qué he venido, por qué hay cosas que no sé hacer bien. En ese aspecto, es totalmente un viaje interior.
Musicalmente, cubres un amplísimo espectro de estilos. ¿Cómo lo describes tú?
La verdad es que, desde el primer disco se nota que nos gusta a todos música muy diferente. Yo vengo del folk por la bandurria y todo lo que toco de canciones tradicionales desde niña, mi madre me cantaba copla y bebo de los cantautores. Me encanta el rock, el punk, el rap. Y a todo el equipo, mi banda de siempre, le encanta la música bien tocada. Pero no tenemos prejuicios, ni nos molan las etiquetas. En este disco hemos querido dar un paso más y atrevernos con estilo que no habíamos tocado aún, pero seguiremos evolucionando y aprendiendo.
¿Por qué el título?
El árbol es el individuo, el bosque es lo colectivo. Le di la vuelta a la frase común y me dije “que el bosque te permita ver los árboles”. Hay mucho autocuidado en este disco y planteo la pregunta de qué va primero, como el huevo y la gallina, pero en cuanto al individualismo. Hay que cuidar de cada arbolito para que el bosque entero esté sano, el bosque como sinónimo de lo colectivo, del ruido, del sistema y de todo lo que nos impide ver a las personas como algo muy valioso. Es como una invitación a cuidar del árbol que cada uno llevamos encima. Y también un guiño a Aute, al que escuché y robé la idea.
Además de este guiño a Aute, incluyes una versión de una canción de Silvio Rodríguez. ¿Son dos de tus mayores influencias?
Aunque bebo de muchísimos estilos y me encanta toda la música, los cantautores y cantautoras son los que más me emocionan. De hecho, lo que más me gusta que me digan es que soy cantautora. Desde hace tiempo, desde el segundo disco en que versioné a Aute con La belleza, creo que es importante seguir cantando las grandes canciones de mis maestros, entre ellos también Silvio, porque muchas generaciones más jóvenes que nos escuchan pueden acceder así a los artistas que, por justicia poética, me parece que tiene que conocer todo el mundo. Te diría millones de referentes, pero estos dos están sin duda entre mis grandes faros.
Uno de los temas, Que no, que no aparece en La boda de Rosa, de Icíar Bollaín, te ha valido un Goya a mejor canción original. ¿Cómo viviste la noticia de la nominación?
Compartí en redes solo una parte de cómo lo viví, porque me pasé horas llorando. Soy una intensa, tengo la lágrima fácil, y eso lo sabe ya todo el mundo, pero es que ahora mismo, como están viniendo tan pocas noticias buenas, la que viene la agarro como… Para mí, ganar es lo menos importante. Que te nominen es la aventura y la experiencia bonita, el resaltar entre tanta gente. Lo demás es un poco lotería. Y cuando las cosas cuestan mucho trabajo, que te den así una palmadita en la espalda, sienta muy bien.
“Cuando el río suena…” te llevó por escenarios de Londres, Miami, Santo Domingo o Santiago de Chile entre otras ciudades. ¿Hay planes de girar “El árbol y el bosque”?
¡Por favor, sí! Tenemos puesta toda la energía y la ilusión en la primavera de este año. Creo que jamás había esperado tanta gente algo de la primavera. En teoría, a finales de mayo empezaremos a girar y ojalá que, en cuanto podamos hacerlo, salgamos del país a tocar a todas esas ciudades que nombras y a muchas más. Es lo que más disfruto de mi trabajo.
¿Echas de menos viajar?
Es de lo que más echo de menos. Cuando, de niña, me preguntaban a qué quería dedicarme, yo siempre decía que a algo en que pudiera viajar. Porque viajar te abre la mente, te hace pisar tierra. Siempre digo que te hace mejor persona y de verdad lo pienso, porque cuanto más conoces otras realidades, más comprendes al ser humano y el planeta en que vivimos. Viajar te hace más empático. Es lo que más echo de menos: hacer maletas para ir lejos a conocer a otra gente y otros lugares
Fuiste una de las artistas más activas durante el confinamiento y tu canción Aves enjauladas nos hizo a todos soñar con ser mejores. ¿Crees que los somos?
No (ríe). Yo prefiero vivir en la utopía, pero creo que esta situación, aunque sí que pensaba que nos iba a hacer mejores, lo que ha hecho, igual que hacen los momentos críticos, es desenmascarar lo que realmente somos. Está clarísimo que la mayoría de la gente es buena. Por eso en estos momentos quien es buena gente se da más a los demás. Pero el ruido es muy destructivo y lo malo parece más. Yo creo que la vida vale la pena y que las personas también, aunque no creo que seamos mejores somos iguales, sino más extremistas.
¿Cómo ha cambiado la música por la crisis sanitaria?
La cultura, en general, es de lo que más está sufriendo. Sobre todo, los espectáculos en directo. Yo voy sacando canciones y es una manera de trabajar. Pero mucha gente, que vive de los espectáculos lo está pasando realmente mal. Todo mi equipo técnico, mis músicos… Todo lo que suponga congregar a miles de personas es muy complicado y la música está siendo muy afectada. A ver si pronto empezamos a volar otra vez.
¿Crees que has cambiado también tú, en lo personal?
Inevitablemente. En los momentos de bajón, de caos, de sufrimiento, quien no cambie es que no se ha parado a pensar un poquito. El silencio, observar con calma… te tiene que cambiar. Yo ahora conozco un poco más de mí y de lo que me rodea, aunque eso no significa que no haya que seguir cambiando y mejorando.
Sería difícil entender tu música sin el activismo que expresa a menudo. Desde el feminismo a la memoria histórica, incluso la inclusión que ejemplificas al acompañarte sobre el escenario de Beatriz Romero, intérprete de lengua de signos… ¿Piensas que hay una responsabilidad ligada a los artistas?
Cada uno elige su camino, y yo respeto y entiendo (cada vez más) a quien no se quiere mojar (porque de verdad no sabes la energía que te quita). Pero yo no concibo mi vida y mi trabajo, todo, sin tener unas ideas y sin la libertad de poder opinar. En mi música yo tengo algunas canciones de amor, pero el amor está en muchas formas y creo que es importante hablar de lo que ocurre en el mundo. Casi todo lo que canto tiene una historia personal detrás y creo que esa es una manera de poner a la gente a pensar, de crear empatía. Yo no tengo la verdad absoluta, pero creo que a través de las historias puedes pensar “entiendo esta manera de opinar”. Las canciones que tienen mensaje humanizan un poco y a mí eso me inspira, aunque a veces dudo mucho. Es una decisión que tomé hace tiempo y mientras tenga fuerza y energía, lo que no me parezca justo lo voy a decir. Con mucho cariño y respeto, pero lo voy a decir.
¿Qué le pides a 2021?
Si la cultura volviese estar en el sitio que se merece, si volviéramos a la carretera y a cantar y a subirnos en los escenarios, eso significaría que todo lo de la salud estaría bien. Así que le pido a 2021 que me vuelva a subir a un escenario delante de muchísima gente y que esa gente pueda abrazarse, besarse, cantar y bailárselo todo. Sé que es mucho pedir, pero lo deseo con fuerza.