Comunidad Iberia Plus Jesús Huarte
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El Centro Botín cumple 5 años

Con motivo del cumpleaños del Centro Botín, su directora Fátima Sánchez nos comparte detalles de la celebración, la intensa agenda del verano, la transformación del sector y el futuro de este icono de la cultura en Santander, adonde puedes volar por 9.500 Avios (ida y vuelta).

¿Cómo se va a conmemorar los cinco años del Centro Botín?

Cinco años es poco, somos muy jóvenes, y por eso lo queremos celebrar como el cumpleaños de un niño: con asombro, creatividad y alegría, y con amigos, pero no solo con ellos: yo pienso en los cumpleaños de mis hijas y, al final, su idea es la de invitar a todo el mundo. Queremos aprovechar el momento para fortalecer aún más la integración, que se acerquen los que ya disfrutan del centro y los que no. Después de una semana (del 20 al 25 de junio) de actividades especiales, el 25 haremos una fiesta.

¿Habrá música?

El dj brasileño afincado en Berlín Diego Ain TheMachine va a presentar nuestra banda sonora, que tiene que ver con cómo suena el Centro Botín –trabajadores, visitantes y amigos han ido grabando la puerta cuando cierra, una moneda en el acero inoxidable de la valla o una pisada en el suelo– Y para que nos integremos, hemos ido junto a Babirusa Danza, un colectivo de danza, a barrios Plaza de la Esperanza o el de Cazoña para que nos regalen movimientos para el videoclip.

Centro Botin
El Centro Botín, entre los Jardines de Pereda y la Bahía de Santander / Foto de Belén de Benito

¿Cómo será el verano del Centro Botín?

El 24 de junio se inaugura la exposición de dibujos de Juan Muñoz, con más de 200 obras. En Julio y agosto casi todo es fuera: tres conciertos cada mes, colaboraciones con el Festival Internacional de Santander, cine al aire libre y acciones participativas. En julio, junto a Adri Santiago,  pintaremos todos con carbón y tiza una ballena gigante, un guiño a la exposición de Ellen Gallagher (hasta el 11 de septiembre) , que tiene que ver con el océano. En agosto habrá una quedada afrofuturista con un músico, y tendremos la 15ª edición de nuestro curso de verano, esta vez juntando a neurocientíficos con artistas para entender cómo perciben nuestros sentidos y el cerebro procesa para aprender.

¿Qué papel tiene la educación?

El Centro fue el crecimiento orgánico de los proyectos de la Fundación Botín. Cuando esta cumplió 50 años, Emilio Botín, entonces presidente, y el patronato quisieron apostar por el arte, pero tal como se trabajaba en la Fundación. Yo dirigía el programa de educación, que empezó a crecer cuando se vinculó a las artes, cuando empezamos a trabajar la plástica, la literatura y la música. El Centro Botín es un centro de arte con una proyección internacional y unas programaciones artísticas de excelencia, pero que tiene una misión social muy importante, que es desarrollar la creatividad de todas las personas a través del arte, no solo en los colegios, también la de profesionales, público general, jóvenes, mayores, jubilados… El arte puede cambiar la vida de cualquier persona.

¿Son diferentes el Centro Botín de hoy y el de 2017?

Tras 5 años y 22 exposiciones muy importantes, grandes colaboraciones con museos, prestadores, instituciones, obras de maestros como Picasso, Calder o Miró y de artistas contemporáneos  como Julie Mehretu o Cristina Iglesias, se ha puesto el Centro Botín en el circuito de centros de arte internacional. Y la diferencia más social y local es que, habiendo generado esta programación, la gente entiende que viene al Centro Botín no solo a ver una exposición, sino a que el arte les cambie un poco la vida.

Fátima Sánchez
Fátima Sánchez es directora del Centro Botín desde su apertura, en 2017 / Foto de Joseph Fox

¿Qué es lo mejor que tiene este edificio, ya un icono de la ciudad?

En realidad, el Centro Botín nunca estuvo pensado como un edificio sino como una intervención urbana. El reto de Renzo Piano era transformar una zona cerrada a la ciudadanía, un espacio portuario con un parking y, enfrente, los Jardines de Pereda, que eran un tercio de lo que son ahora y con cuatro carriles de tráfico. Además de construir edificio fantástico, quisimos unir el centro de Santander con la Bahía a través del arte y la cultura. El túnel fue un acierto excepcional para hacer crecer los jardines y, además de que el Centro ofrece salas diáfanas con luz y materiales muy agradables, es super importante que está rodeado de naturaleza.

El proyecto estaba en su punto álgido cuando llegó la pandemia. ¿Cómo os habéis recuperado?

Hemos hecho un ejercicio creativo muy importante. No estás preparado para poner carteles de que cierras y no sabes cuándo vas a abrir. Pasamos todo el cierre pensando cómo y cuándo íbamos a abrir y lo hicimos muy preparados para ser un espacio seguro y tranquilo. Fue el primer centro de arte que se abrió en España y la reinvención ha sido increíble a nivel logístico. Las visitas guiadas pasaron de 30 personas a 6, así que inventamos las “pinceladas”, claves que explicábamos a la gente que tenían encontrar en la exposición, y los paseos: los mayores por la mañana, las familias por la tarde… Fue una reinvención logística de los espacios, pero también del contenido.

Sorprendió que la exposición Picasso Ibero se inauguró con Cantabria aún cerrada.

Sí, era la exposición más importante de la historia de la Fundación y Cantabria estaba cerrada y no sabíamos cuando iba a abrir. Pero nuestro compromiso es con lo local y precisamente entonces necesitábamos que el arte nos iluminara. Se estaba hablado mucho de que las grandes exposiciones internacionales iban a desaparecer. Y nosotros dijimos: “hay que apostar por el arte en estos momentos complicados”.

El Centro Botín fue proyectado por el Renzo Piano, Premio Pritzker de Arquitectura en 1998 / Foto de Stéphane Aboudaram

¿El futuro del arte pasa por lo local?

Ahora se dice mucho que los grandes museos han de convertirse en museos de barrio, y nosotros siempre lo hemos sido. Nacimos así y, efectivamente, en el siglo XXI los grandes centros de arte y museos pensados solo para visitantes no están justificados. Es maravilloso que vengan turistas, que traen riqueza y desarrollo, pero no puedes generar un desarrollo en un sitio en el que estás integrado sin tocar a toda la población local, por responsabilidad. Porque el arte puede mejorar sus vidas de una manera increíble. La Fundación Botín fue creada para el desarrollo social de Cantabria y siempre pensamos mucho en los cántabros.

¿Cuál es la mayor ventaja que les ofrecéis?

En el último estudio que hicimos con la Fundación Instituto de Empresas se veía que visitar una exposición muchas veces en impactos cortos y a lo largo de un año puede generar un impacto, por lo que queremos que los cántabros vengan muchas veces. Por eso creamos el Pase Cántabro, que cuesta dos euros por la emisión de la tarjeta y da acceso gratuito, ilimitado y permanente a las exposiciones del Centro Botín.

¿Cómo se mantiene la exposición viva para resulte diferente en cada visita?

Hacemos programaciones muy concretas en de la sala, pequeñas acciones de 10 o 15 minutos y con un mediador, que hemos diseñado con la Universidad de Yale, con la que investigamos la misión social del Centro Botín. Las llamamos demostraciones y sirven para que tomar conciencia de cómo la obra que tienes delante te está afectando emocionalmente. Hacemos muchas acciones. Ahora estamos trabajando con las bibliotecas de Cantabria. Traemos a los bibliotecarios, les enseñamos la exposición y les pedimos recomendaciones vinculadas a las obras para generar un pequeño catálogo.

¿Es como mezclar géneros?

Sí, hibridación de artes. Trabajamos también con las asociación de sketchers, de dibujo rápido, para que gente que nunca ha pintado lo haga mientras observa una obra. O la iniciativa “De tú a tú”, que hemos puesto en marcha con personal sanitario del Hospital Valdecilla, en que les enseñamos a entender la exposición y a comunicarla con sus propias palabras, con herramientas del teatro, para que traigan ellos a otras personas. Hacemos yoga y meditaciones en las salas frente a las obras…

Centro Botin
Detalle del edificio del Centro Botín / Foto de Lucía Gorostegui

¿Cómo ven los artistas estas iniciativas?

Les encanta la idea de que la exposición llegue de otras maneras. Tienes muchos públicos, muchas artes y la necesidad de muchos formatos. Y cada persona vive el arte desde diferentes lugares. En la visita experiencial puede pasar cualquier cosa, desde que haya una representación teatral a un espectáculo de flamenco.

¿Qué reacciones habéis visto en el público?

La emoción está a flor de piel, y más después de la pandemia. Muy al principio sí que en algunos casos la gente en las salas se sorprendía -de repente ves a gente bailando al lado-. Pero cada vez más, pasa al revés: estamos generando públicos muy exigentes que te piden más.

¿Cómo ves el centro en otros cinco años?

Tenemos tantas cosas por hacer… Aunque eso nos ilusiona, no nos genera ansiedad. Empezamos a hablar de la capacidad de las artes para desarrollar la creatividad, porque Emilio Botín tenía contacto con Peter Salovey en la Universidad de Yale -él creó el concepto de inteligencia emocional junto a John Mayer- y, muy al principio hablamos de arte puro que emocione y ayude al desarrollo creativo. Cuando en un mundo que está sobresaturado de información, de capacidad, de avances tecnológicos… encuentras nichos de cosas que están por hacer, la ilusión es muy grande. En los próximos 5 años queremos que la gente entienda el enorme potencial que tienen las artes para mejorar su vida y mejorarles a ellos mismos. Además, ahora que ya sumamos 145mil pases cántabros y 2.750 Amigos del Centro Botín, tenemos un reto muy grande de comprometernos con estos dos colectivos que son tan importantes.