Edimburgo, un destino mágico
La propia J. K. Rowling ha asegurado que cualquier conexión de su famoso mago con Edimburgo es mera coincidencia, pero lo cierto es que la capital de Escocia está plagada de referencias a Harry Potter. Claras fuentes de inspiración, cafeterías en las que se reúnen los seguidores, tiendas donde adquirir todo tipo de merchandising y sitios imperdibles como el Castillo de Edimburgo, Victoria Street o el Museo de los Escritores.
Y es que, si bien es cierto que la primera idea del colegio de magia y hechicería y de su alumno más ilustre nacieron en un tren con destino Londres en 1990, la historia de Harry Potter y sus aventuras en Hogwarts tomó forma en las calles de Edimburgo. Allí llegó Joanne Rowling a refugiarse tras el fracaso de un tortuoso matrimonio y allí, aun presa de una depresión que inspiró pasajes de la saga –como los referentes a los temidos dementores–, consiguió labrarse una reputación como escritora.
En los 90, escribía en cafeterías que visitaba junto a su pequeña Jessica, a la que curiosamente le gustaba quedarse dormida durante los paseos por la ciudad. En el Café Nicolson, muy cercano al primer apartamento de Rowling y a unos 300 metros de la Ciudad Vieja, completaría de principio a fin algunos de los capítulos más importantes de los primeros libros. Reabierto tras la pandemia con su nombre original, hoy en su interior pueden degustarse platos internacionales a precios muy razonables.
Muy cerca se encuentra The Elephant House, otro establecimiento que la autora solía frecuentar. Los dueños anuncian el café como el lugar de nacimiento de Harry Potter, una declaración a la que la propia Rowling ha respondido en Twitter, reconociendo haber escrito allí, pero recordando también que empezó a desarrollar la historia antes de mudarse a Edimburgo. Conmemoran las visitas de otros ilustres escritores locales como Ian Rankin y Alexander McCall-Smith y han conseguido convertirse en un punto de encuentro habitual para los amantes de la magia.
En el Museo de los Escritores, que rinde homenaje a figuras como Sir Walter Scott, Robert Burns, Robert Louis Stevenson o Sir Arthur Conan Doyle entre otros, es fácil encontrar inspiración. Ocupa en una mansión del siglo XIX conocida como Lady Stair’s House, uno de los lugares más pintorescos de la ciudad, muy cerca de la Royal Mile, que recuerda a algunos de los edificios más famosos del Callejón Diagon o de la aldea de Hogsmeade.
Hay también referencias directas para los potterheads –así se conoce a los fans de la saga– como el Cementerio de Greyfriars, donde a pesar de los desmentidos de la autora, es difícil no imaginarse a Rowling construyendo personajes. Entre sus centenarias lápidas, los lectores reconocerán nombres como Potter, Moodie (que recuerda al profesor “Ojoloco” Moody), McGonagall o Thomas Riddell, que parece guardar un extraño parecido con el nombre del infame Tom Riddle, posteriormente conocido como Voldemort. Además, se encuentra muy cerca de The Elephant House: a tan solo 99 metros.
Asimismo cuesta creer que el impresionante Castillo de Edimburgo, fortaleza erigida sobre la ciudad y símbolo de la misma, no haya influido en la imagen que nos ha llegado de Hogwarts, la escuela de magia más célebre de todos los tiempos. O que la cercana escuela George Heriot, colindante al Cementerio de Greyfriars y hoy uno de los colegios más prestigiosos de Escocia no haya influido a la autora con sus cuatro torres y sus cuatro casas.
En el lujoso Hotel Balmoral, la escritora concluyó en 2007 la última entrega, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Pero el recorrido solo puede terminar en Victoria Street, la calle más colorida de la ciudad. Quienes encuentren allí la inspiración del famoso Callejón Diagon han de visitar una de sus tiendas, Museum Context: Retailer of Harry Potter Merchandise. De su colección de artículos relacionados con la saga podrán llevarse a casa un poco de la magia de Edimburgo.