Descubre los fascinantes manatíes, en Puerto Rico
El oceanógrafo y técnico veterinario acuático Antonio Mignucci dirige el Centro de Conservación de Manatíes del Caribe, en Bayamón, Puerto Rico. Allí luchan desde 2009 por la supervivencia de esta especie de mamíferos acuáticos tropicales con programas de rehabilitación y actividades de divulgación.
En 2013, el Manatí fue declarado mamífero oficial de Puerto Rico.
Sí, al estar dentro de Estados Unidos, Puerto Rico es muy activo en la protección de los manatíes y sirve como puente entre Latinoamérica y Estados Unidos para los proyectos de conservación.
¿Qué características tienen los manatíes antillanos?
Son animales muy carismáticos y biológicamente extremadamente interesantes porque evolucionaron al mar hace 50 millones de años y se han adaptado a vivir en este mundo acuático tropical. Así como las ballenas se fueron hacia los polos, ellos se circunscriben al área tropical y han tenido una adaptación increíble desde cuando eran animales terrestres. Son sirenios, primos de los elefantes y de los damanes. Los tres forman el grupo Panyula, que es muy poco diverso: hay solo tres especies de elefantes en el mundo, cinco de damanes y cuatro de sirenios. Se podría decir que es un grupo que está de salida en el mundo evolutivo, no como otras especies que están subiendo en número y siendo exitosas. Aguantan con un hilito, tanto evolutivamente como ahora con problemas antrópicos, de los seres humanos que explotan su carne y su hábitat, por lo que necesitan mucha ayuda. Son herbívoros, tienen unos dientes especializados para que se desgasten y vuelvan a aparecer otra vez, por lo que siempre tienen sus molares
¿Dónde hay manatíes en Puerto Rico?
Se encuentran alrededor de toda la isla y especialmente en la costa sur. Hay manatíes desde Florida y la costa este de Estados Unidos hasta Brasil, incluyendo todo el Caribe y llegando hasta las costas de Guyana y Brasil, excepto en las Antillas Menores, que no tienen.
¿En qué grado de peligro se encuentran?
Dependiendo de la población, algunos están críticos y otros vulnerables, pero mayormente en otros países las amenazas son palpables. En Puerto Rico no se cazan, pero los botes y los jetski son su amenaza principal por los impactos. Además, con los cambios y la presencia humana en el medio ambiente, estamos viendo enfermedades emergentes que los afectan, muchas de ellas que provienen de la interacción con los humanos. Un ejemplo es la toxoplasmosis, una enfermedad de los felinos, de los gatos en el caso de Puerto Rico, pues son aquí los únicos felinos. Ese parásito ha causado muertes de manatíes aquí, y esto viene por la sobrepoblación de gatos.
Una buena parte de vuestra labor está en la divulgación. ¿Cómo se puede involucrar a la población y a los visitantes a Puerto Rico en su protección?
Todos somos responsables de estas especies vulnerables y en peligro de extinción, en el ámbito de cada uno, desde los niños hasta los jueces, los políticos o el ciudadano común que disfruta de las playas y utiliza las embarcaciones. Cada uno puede hacer su parte para proteger a los manatíes: si eres usuario de botes en áreas donde viven manatíes, navegar responsablemente a baja velocidad y utilizar gafas polarizadas para ver si hay un animal frente a ti en el agua; si eres maestro, educar a los estudiantes sobre los manatíes y su necesidad de sobrevivir y su importancia en el medio ambiente. Los manatíes son agradables –es más difícil vender esa imagen de un cocodrilo, por ejemplo– y ese carisma ayuda a que los niños y los jóvenes empaticen con su supervivencia y aprendan a amar la naturaleza y respetarla.
¿Cuáles son los casos que con más frecuencia asistís en el centro?
A diferencia de mis colegas de Florida, que tienen más animales impactados por embarcaciones, aquí la mayoría de nuestros pacientes son huérfanos, bebés que se separan de la madre. Pero esto a veces se mezcla con las otras amenazas. Tenemos por ejemplo una bebé que rescatamos el verano pasado cuando fuimos a hacer la autopsia a una manatí adulta, que había sido atropellada por un jetski en la Bahía de Jobos, en Salinas. Cuando llegamos y movimos los intestinos que estaban flotando en el agua, había una bebé viva debajo. Se llama Taiku y actualmente pesa 144 libras. Tenemos que criarla durante tres años y, para que se hagan una idea, un manatí en rehabilitación cuesta unos 100 000 dólares al año. Ese momento de velocidad de un conductor irresponsable nos cuesta más de un cuarto de millón de dólares.
Con una cría que no ha vivido en libertad, ¿el reto a la hora de la liberación es mucho mayor?
Sí. Primero tenemos que destetarla de la comida humana y del afecto y el cariño de los humanos que la cuidamos. Una vez pasa el primer año de estar en rehabilitación, dejamos a los manatíes un poquito más lejos y no los estamos tocando, acariciando y “apapachando”. Es difícil porque buscan la atención de su cuidador obviamente, pero a través de estos 30 años hemos aprendido cómo ir manejándolos para que sean menos dependientes de nosotros.
Personas de todo el mundo que comparten esta conciencia de conservación pueden trabajar con vosotros. ¿Cómo son vuestro programas de voluntariado?
El personal del Centro incluye 16 personas y 65 voluntarios que trabajan con nosotros a lo largo del año. Pero también tenemos un internado de estudiantes de veterinaria y biología marina que, como parte de su educación, hacen rotaciones de dos meses. No solamente vienen de Puerto Rico y Estados Unidos, también de Europa. Hemos tenido españoles y ahora tenemos una muchacha se Suiza, por ejemplo, y es muy interesante recibir personas de todo el mundo para que se vayan entrenando en este trabajo, aunque la mayoría no se dedicará a los manatíes –una chica de Barcelona que estuvo aquí sus dos meses de internado es ahora la encargada del programa de rehabilitación de focas en Holanda–.
¿En qué consisten las visitas?
Recibimos visitas para exponer al público y a los turistas al trabajo de conservación que hacemos, para que esto sirva de ánimo e inspiración y se involucren en proyectos de conservación y vida natural incluso de vuelta a sus países. Hay un tour general de una hora y media, un backstage tour en el que mostramos nuestra labor del día a día. No es como en un acuario, donde pasas por un área específica para los visitantes, sino que entras a “nuestra cocina”. Y tenemos una actividad que se llama “Sé cuidador de manatíes por un día”, en que las personas que vienen trabajan con nosotros durante 2 horas y, por ejemplo, preparan y dan la comida a los manatíes.