Comunidad Iberia Plus David López
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Aida Folch protagoniza "Isla perdida", dirigida por Fernando Trueba

Tres películas, repite ella, en tres décadas. Con El embrujo de Shanghai eran los 2000 y Aida Folch (Reus, 1986) tenía 14 años y debutaba en el cine. Casi una década después repitieron con El artista y la modelo, en blanco y negro y en francés. Este verano, la actriz vuelve a los cines con su adorado Fernando Trueba como director. Isla perdida (Haunted heart, su título original) es su tercera colaboración. En esta ocasión en inglés y con Matt Dillon como coprotagonista. Un “suspense romántico”, como lo define el director, una película de “energía escorpiana”, dice Folch, en tres actos, de la luz a la oscuridad, y rodada en la remota Grecia de Trikeri.

¿Qué supone "Isla perdida" en tu carrera? ¿Dónde la sitúas?
Supone un momento importante porque es la tercera película en la que colaboro con Trueba, siempre son películas que se ven mucho y es otro proyecto con el que Fernando me propone otro reto, como trabajar en inglés, así que es una oportunidad para mostrar mi trabajo y con un personaje con el que me puedo lucir.

¿Crees que te luces?
He intentado dar lo mejor de mí, todo lo que sé. No sé si lucirme, eso no puedo decirlo yo, pero estoy contenta con mi trabajo.

¿Si la comparases con un viaje, qué tipo de viaje sería?

Un viaje al infierno. O un viaje de aprendizaje. O ambos... Lo que sucede en la película es un viaje emocional en sí. Al final las historias de amor son un viaje, para bien o para mal…

¿Qué referencias hay en el filme?
Fernando es un gran admirador de las historias de Patricia Highsmith y del cine de Hitchcock, y eso está. Es un suspense clásico. Y la manera en que está rodada es muy preciosista y clásica. La primera parte podría ser una película de Woody Allen que se va convirtiendo en algo más de Highsmith o Hitchcock.

Compartes protagonismo con Matt Dillon, ¿qué aporta un actor como él, un personaje así, a esta película?
¡Y también con Juan Pablo Urrego, que es un grandísimo actor! En el caso de Dillon era importante que fuera un estadounidense y que tuviera su edad, porque en su pasado era un músico de una época muy concreta. A Fernando le parecía perfecto para el papel: es un americano muy americano, es un tío atractivo y tiene su parte de misterio… 

¿Cambia algo trabajar con alguien con ese perfil a con un español?
No, una cosa es nuestro imaginario sobre alguien, pero luego llega el momento de la verdad, que es estar en el set, y al final todos somos lo mismo e iguales, desde quien tiene una frase hasta el protagonista. Todos tenemos que hacer lo mismo: sabernos nuestro texto, ir a la marca, trabajar doce horas…

La película transcurre en el año 2001, ¿por qué?
Fernando quería que la tecnología no estuviera tan avanzada, sobre todo por los teléfonos, que quitan misterio a las cosas. Y luego por las edades de los personajes, por sus pasados, sobre todo el del personaje de Dillon.

No te vamos a preguntar qué ha sido lo más difícil o retador de este proyecto, pero ¿qué dirías que ha sido lo más interesante?
La historia me encantaba desde el principio, porque es el tipo de historias, de thriller psicológico, que disfruto como espectadora. Y luego que como es una película que va de la luz a la oscuridad permite mostrar un abanico de matices y tener un gran arco dramático.

¿Qué te gustaría que dijera el público después de verla?
Me gustaría que la gente disfrutara viéndola. Como cuando yo salgo feliz de ver una película en el cine.

¿Cuál ha sido la última vez que te ha pasado?
Con Los que se quedan, de Alexander Payne. Me reí y me emocioné. No puedo pedirle más al cine.

La pregunta típica es qué te llevarías a una isla desierta, pero ¿qué te traes tú de esta isla perdida?
Literalmente, he traído piedras. Metafóricamente, experiencia. Me traigo otro aprendizaje sobre mí misma, sobre las expectativas y sobre cómo me enfrento a los proyectos.