Madrid: Clásicos que marcan tendencia
La historia de Madrid no podría contarse sin sus bares, tabernas y restaurantes, escenarios de algunos de los episodios históricos, sociales y gastronómicos más importantes de España. Tampoco sin tiendas especializadas, desde cererías a farmacias y sombrererías, que superan un siglo de vida. Visita con nosotros algunos de sus establecimientos centenarios más espectaculares, desde los cafés con tertulia literaria hasta los restaurantes donde se crearon algunas de las recetas estelares de la gastronomía madrileña, pasando por pastelerías y rincones con encanto, todos con una placa que acredita su solera, otorgada por el Ayuntamiento.
La historia de Madrid se cuenta en sus palacios, sus bibliotecas y sus monumentos. Pero las historias del día a día, las de las recetas icónicas y las tertulias informales, la historia de verdad, se cuenta en sus boticas, cafés y negocios de toda vida. Establecimientos emblemáticos que unen a todos los madrileños, los de cuna y de adopción, que siguen abriendo sus puertas centenarias para acoger a los visitantes, haciendo gala de una reconocida hospitalidad.
No hay restaurante ni café centenario en Madrid que no cuente con su propio menú de anécdotas. El más icónico es Botín, el restaurante más antiguo del mundo reconocido por el Guinness World Records, fundado en 1725 en el número 17 de la Calle de Cuchilleros. Por sus mesas han pasado miembros de la realeza, presidentes de Estados Unidos, cumbres de la literatura como Hemingway, al que intentaron enseñar a cocinar paella en una de sus múltiples visitas, o Truman Capote y Ava Gardner. Sin embargo, las celebrities no sólo han pasado por la sala, sino que algunos genios han trabajado también en sus cocinas: cuenta la leyenda que Francisco de Goya fue contratado como fregaplatos, allá por el año 1765.
El restaurante Lhardy también es un icono de la vida social no solo madrileña, sino española. Este establecimiento fue inaugurado en 1839 en la Carrera de San Jerónimo, ubicación donde se mantiene hoy en día, por Emilio Huguenin, quien llegó desde Francia con la intención de traer a Madrid un pedazo del refinamiento parisino. Los aristócratas de la corte de Isabel II enseguida se congregaron en las mesas de Lhardy, apreciando sus finas recetas y su delicada pastelería. En 1847 la propia monarca, con sólo 17 años, se escapó del Palacio para almorzar de incognito en el sitio de moda, una costumbre que también adoptaría su hijo Alfonso XII. El restaurante Lhardy adquirió uno de los primeros 50 teléfonos de Madrid y, con él, las primeras entregas a domicilio. Escritores como Pérez Galdós, Pío Baroja, Lorca y Gómez de la Serna empezaron a mencionarlo en sus obras y jefes de diferentes gobiernos disfrutaron reuniéndose en sus salones con miembros de sus gabinetes. En su página web, Lhardy se enorgullece de haber sido el último restaurante en el que comió Mata Hari antes de ser detenida y de haber dado de comer desde a intelectuales como Sartre, Camus o Proust a leyendas de la moda como Kate Moss o Yves Saint-Laurent.
Otro refugio de la vida intelectual madrileña es el legendario Café Gijón, ubicado en el número 15 del Paseo de Recoletos. Sus puertas abrieron el 15 de mayo de 1888 y hoy es el mayor representante de la cultura de las tertulias de la capital española. A principios del siglo XX, se convirtieron en habituales del Café Gijón intelectuales como Ramón y Cajal, Galdós o Valle Inclán -porque a pesar de que el establecimiento se encontraba alejado del resto de cafés de tertulia, casi todos en la zona de Sol, el menú era contundente pero bastante asequible- y en los años 20 se celebraba allí la Tertulia de los Poetas de Gerardo Diego, a la que a veces acudían Lorca, Dalí o incluso Buñuel. Tras la Guerra Civil, sólo unos pocos cafés se mantuvieron abiertos, pues buena parte de la clientela habitual había perdido la vida o se encontraba en el exilio, pero el café Gijón logró sobrevivir y se convirtió en el place to be durante los 40. En las siguientes décadas albergó las tertulias de Camilo José Cela, Francisco Umbral y Fernando Fernán Gómez, encuentros en los que recibieron la visita de Truman Capote, Orson Welles y Ava Gardner.
Aunque la hostelería parece ser el símbolo de Madrid, también hay muchos otros negocios que cuentan con más de cien años de historia. Es el caso de la Sombrerería La Favorita, fundada en 1894, uno de los comercios emblemáticos de la Plaza Mayor. La Favorita es un negocio familiar al frente del cual se encuentra ya la cuarta generación y que conserva la estética original. Allí pueden encontrarse sombreros clásicos de enorme calidad, además de gorras de diferentes estilos, elegantes boinas y los mejores gorros para enfrentar el invierno. Por su mostrador de madera han pasado grandes clientes, pero la anécdota que hizo célebre a esta sombrerería fue la visita del Che Guevara el 13 de junio de 1959. Aquel día el revolucionario cubano adquirió la boina con la que aparecería en su retrato más famoso, una instantánea tomada al año siguiente por Alberto Korda. La boina, el modelo Elósegui Sin Badana, continúa disponible tanto en su web, como en la tienda física.
A los establecimientos centenarios se suman lugares tan curiosos como la Farmacia de Lavapiés, en activo desde 1852 en el número 56 de la calle homónima. La farmacia es muy reconocible por su fachada roja de época isabelina, aunque en su interior se han incluido muchas modernizaciones, como un sistema robotizado para acceder a los medicamentos. La Farmacia de Lavapiés ha acompañado a los madrileños en algunos de los episodios más duros de su historia, como la Guerra Civil, cuando se mantuvo abierta para atender a los heridos y para servir como refugio durante los bombardeos.
No podemos olvidar la Joyería Ansorena, símbolo del lujo madrileño desde 1845, que tras pasar por varias ubicaciones, hoy puede visitarse en el número 52 de la calle Alcalá. En 1860 Ansorena fue nombrada “Joyero y diamantista de la Real Casa”, por lo que algunas de sus mejores obras, como la Tiara Flor de Lis, fueron creadas para Isabel II o para la reina consorte Victoria Eugenia, así como piezas de un elevadísimo valor artístico, como la corona de la Virgen del Pilar de Zaragoza. Hoy la Joyería Ansorena, además de contar con una exquisita selección de joyas, es también casa de subastas, con un gran catálogo de antigüedades, y una galería de arte contemporáneo.