Testigo del encuentro entre dos mundos
La Ciudad Colonial de Santo Domingo, bañada por las aguas del río Ozama, es un tesoro histórico sin paragón. Fundada en 1498 por Bartolomé Colón, ostenta el título ser de la primera ciudad europea permanente en América, testigo del encuentro entre dos mundos y sede de las primeras instituciones coloniales en el continente americano. La Catedral Primada de América, la Fortaleza Ozama o el Alcázar de Colón son sólo algunas de las paradas imprescindibles en este recorrido por sus centenarias calles empedradas.
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La Ciudad Colonial de Santo Domingo atesora la impronta del encuentro entre dos culturas, la europea y la taína. ‘La Zona’, como se conoce a esta parte de la ciudad, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1990, reconociendo el valor histórico de los edificios coloniales que la conforman, imprescindibles para entender cómo se organizó y gestionó toda la colonización española y europea del continente americano. La revisión historiográfica que en los últimos años han llevado a cabo los expertos, especialmente desde Latinoamérica, nos ayuda a descifrar los secretos de construcciones como la Catedral Primada de América. Primera base de la cristianización en el Caribe, este templo sirvió para sustituir a los dioses taínos locales y a las deidades de la población proveniente de África por la fe católica. En la Catedral de Santo Domingo las autoridades coloniales crearon cofradías, como la de San Juan Bautista, tanto para las comunidades indígenas como para las africanas, con el objetivo de colonizarlas a través de la religión, dando lugar a espacios en los que sus tradiciones sobrevivían al asumir otros códigos, creando así un conjunto común de hábitos y costumbres que hoy continúa presente en la cultura dominicana.
El papa Julio II aprobó la construcción de la Catedral en 1504, pero las obras, que comenzaron alrededor de una década después, no se culminarían hasta el año 1541 debido a la continua llegada y sucesión de nuevas autoridades al llamado Nuevo Mundo, donde los colonizadores, lejos del control de la Corona, marchaban de un lado a otro, embarcándose en diferentes misiones en busca de riqueza, tierras y aventuras. La Catedral comenzó a levantarse siguiendo los planos de estilo gótico del arquitecto Alonso de Rodríguez, pero en su construcción se aprecia claramente la influencia del estilo renacentista de los Austrias después de que el obispo humanista Alessandro Geraldini y los maestros Rodrigo de Liendo y Luis Moya se hicieran cargo del proyecto. En su interior aguardan valiosas obras de arte de la primera época colonial, como retablos barrocos, un trono arzobispal en estilo gótico plateresco y piezas de ebanistería. La Catedral ha soportado importantes envites: cuando el corsario Francis Drake tomó la ciudad de Santo Domingo instaló un cuartel general para sus hombres en la Catedral, quienes, de acuerdo con las costumbres de la piratería, destrozaron y robaron todas las riquezas que alcanzaron.
Otro de los destinos clave de la Zona Colonial es la Calle de las Damas, la más antigua de la ciudad al datar del año 1502, momento en el que Nicolás de Ovando refundó Santo Domingo en nombre de la Corona de Castilla. Esta vía conduce a puntos tan interesantes como la Fortaleza Ozama, primera fortificación militar europea en suelo americano. Desde su Torre del Homenaje, los españoles se protegían de los pillajes de los piratas ingleses y de las fuerzas marítimas de las otras coronas europeas, como la portuguesa o la francesa. Su interior está formado por una red de túneles y calabozos donde el mismísimo Cristóbal Colón fue encarcelado tras ser denunciado por su mal gobierno sobre los colonos y el maltrato dispensado a los indígenas.
Remontando el cauce del río Ozama, los visitantes encontrarán el Alcázar de Colón, palacio erigido por Diego Colón, hijo del conquistador, para convertirlo en su residencia cuando servía como gobernador. De estilo gótico mudéjar aunque, de nuevo, con claras influencias renacentistas, este palacio acoge hoy un museo donde se estudia la realidad de la conquista del Caribe y del período virreinal, además de ahondar en los secretos e intrigas de la corte que, de facto, se instaló alrededor del gobernador, su esposa, María de Toledo, sus descendientes y algunos de los nombres más famosos de la conquista de las Américas, como Hernán Cortés o Francisco Pizarro, que en su camino hacia los actuales México o Perú encontraron hospedaje en estas dependencias. El Alcázar de Colón también fue objeto de los pillajes y asaltos de los piratas a las órdenes de Francis Drake, que, como hicieran en la Catedral, saquearon las riquezas del complejo durante su ataque.
Tanto el Alcázar como el complejo que albergó en época virreinal la Real Audiencia de Santo Domingo se encuentran en extremos opuestos de la misma plaza, la de España. Y no es casualidad: el trazado de la Ciudad Colonial se diseñó con las ideas más vanguardistas de la época, intentando facilitarles a los colonos españoles el desarrollo de su actividad y sirviendo como modelo para el resto de nuevas ciudades fundadas en el continente americano. El Palacio de la Real Audiencia, que fue sede del gobierno colonial desde que el rey Fernando el Católico ordenase su construcción en el año 1511, acoge desde hace cinco décadas el Museo de las Casas Reales, que repasa la historia de la isla La Española desde el periodo anterior a la conquista y hasta la Independencia de la República Dominicana, en 1844. El Museo está considerado como uno de los más interesantes de América en cuanto a la historia del periodo colonial al contar con piezas de inestimable valor, como el único escudo que se conserva en el mundo de la reina Juana I de Castilla.
Una de las paradas imprescindibles para entender la vida del periodo virreinal se encuentra en las Atarazanas Reales, complejo donde se dirimían todas las cuestiones relacionadas con el gobierno de los mares y que, construido en 1509, albergó los primeros astilleros, almacenes, aduanas y oficinas de impuestos de toda América. Su valor arquitectónico es enorme, pues es uno de los pocos edificios de este tipo que se mantiene en pie a ambos lados del Atlántico, símbolo de uno de los periodos históricos más intensos de la conquista. Hoy expone una importante colección de objetos navales que cuentan la historia de la actividad marítima alrededor de la Española, restos materiales conseguidos gracias a las campañas de arqueología subacuática que tienen lugar alrededor de la isla con el objetivo de explorar la historia de los numerosos naufragios y batallas que se vivieron en sus aguas. Sin embargo, las Atarazanas Reales también deben ser recordadas como un escenario de dolor, pues fueron la primera puerta de entrada de las poblaciones africanas esclavizadas trasladadas vía marítima hacia América. Una invitación a la reflexión sobre la conquista del Nuevo Mundo, uno de los eventos históricos más complejos de nuestro pasado que todavía se mantiene vivo en las calles de la Zona Colonial de Santo Domingo.