Los pueblos medievales más bonitos de Portugal
Las torres de sus castillos descubren estas localidades portuguesas desde lejos. Escenarios de leyenda e historia nacional, aún conservan la esencia del medievo en sus calles y un exquisito patrimonio cultural y gastronómico.

Castelo Rodrigo. Las murallas y calles empedradas marcan el camino hasta los últimos vestigios de su castillo antiguo, construido en el siglo IX. Además de poder visitar una antigua Cisterna (herencia musulmana) del siglo XIII y disfrutar de las vistas desde el mirador de Marofa, no te puedes perder la Torre del Reloj, el palacio de Cristóbal de Moura o sus iglesias. ¿Una comida típica de Castelo Rodrigo? Bola de Carne. / Imagen de Emanuele Siracusa – Turismo Centro de Portugal

Trancoso. La Puerta del Rey y la Puerta del Prado dan entrada a esta aldea que fue durante el período medieval una de las más importantes a nivel defensivo. Sus murallas y su castillo, entre los más grandes de la zona, jugaron un papel clave en el mantenimiento de las fronteras durante la Guerra de la Independencia. Las sardinas dulces son muy típicas en Trancoso. / Imagen de Pedro Sousa – Turismo de Portugal

Sortelha. Pocos habitantes quedan ya en esta villa amurallada que descansa entre la Sierra de la Estrella y Malcata. El rey Sancho II mandó construir aquí su castillo en el siglo XIII. Desde él todavía se contempla una insuperable panorámica del lugar. La mejor manera de descubrir Sortelha es perderse por sus calles. ¿Una comida típica? Las gachas de maíz, dulces o saladas. / Imagen de Turismo Centro de Portugal

Castelo do Vide. En el Barrio Gótico comienza la subida hacia el castillo. Para bajar puedes atravesar por la judería, una de las mejor conservadas del país –en 1492 fue habitada por los judíos–. ¿Una comida típica de Castelo do Vide? Açorda à alentejana, una exisita sopa de la gastronomía lusa. / Imagen de Pedro Sousa

Monsanto. Un trofeo en forma de gallo de plata en su Torre de Lucano es testigo de su nombramiento como “el pueblo más portugués de Portugal”. Enclavado en una montaña de granito, sus casas parecen esculpidas en la roca. Aquí lo más típico son las Marafonas, unas muñecas de trapo que cosían las mujeres para alejar las tormentas y proteger las cosechas. / Imagen de João Paulo

Los jardines de Santa María abren paso hacia el castillo, que aún conserva dos grandes fortificaciones: una con un patio central y otra con la Torre del Homenaje. Marvão reúne cada verano a los mejores músicos de todo el mundo en el FIMM, un festival internacional de música clásica. No te vayas sin probar la miel de su sierra o la Alhada de Cação. / Imagen de RCL-Rui Cunha

Óbidos. Con salida al Atlántico gracias a su Lagoa de Óbidos y con un verdadero laberinto que forman sus calles, destaca por el buen estado de sus iglesias (Iglesia Principal de Santa María, la Iglesia de la Misericordia, la Iglesia de San Pedro), el Santuario del Señor Jesús da Pedra o su Museo Municipal. No dejes de probar la caldereta de pescado, recién traído de Lagoa de Óbidos. / Imagen de Turismo Centro de Portugal

Estremoz. Con adoquines de mármol –es una de las principales productoras de este material en Portugal–, la ciudad está dividida en dos zonas: la Alta, entre las murallas y con atractivos como antiguo Palacio Real y el castillo– y la Baja, más moderna y comercial, con iglesias, conventos y centros culturales. Visita sus cafés, que siguen siendo lugar de encuentro de políticos y artistas. / Imagen de Turismo Alentejo

Elvas. Declarado Patrimonio Mundial en 2012, posee la fortificación terrestre más extensa en el mundo. Perfectamente conservada, sus murallas reflejan desde la ocupación árabe en el siglo IX hasta la obra de la escuela holandesa de fortificaciones, en la última de sus cuatro líneas. El bacalao dorado es uno de los platos más famosos de Elvas. / Imagen de Turismo Alentejo

Silves. Silves era la antigua capital del reino árabe. Se puede pasear por la orilla del río Arade hasta el Ponte Romano, visitar el Mercado Municipal o adentrarse en uno de los cafés de su calle principal Rua Elias Garcia antes de subir al castillo. Entre sus edificios más emblemáticos están también la antigua Catedral Sé de Silves y la Iglesia da Misericórdia. Aunque sus platos son muy variados, destaca la sopa de maíz o los guisantes con huevo y chorizo. / Imagen de AT Algarve
Castelo Rodrigo. Las murallas y calles empedradas marcan el camino hasta los últimos vestigios de su castillo antiguo, construido en el siglo IX. Además de poder visitar una antigua Cisterna (herencia musulmana) del siglo XIII y disfrutar de las vistas desde el mirador de Marofa, no te puedes perder la Torre del Reloj, el palacio de Cristóbal de Moura o sus iglesias. ¿Una comida típica de Castelo Rodrigo? Bola de Carne. / Imagen de Emanuele Siracusa – Turismo Centro de Portugal