Diez edificios brutalistas que no te puedes perder
Estructuras a la vista, materiales sólidos como el hormigón, formas ásperas y repetitivas… Estas son algunas de las características del brutalismo, corriente arquitectónica de los años 50 que no llegó a triunfar y que muchos reivindican ahora. Por su descripción puede sonar mal, pero su aspecto es, como su nombre indica, brutal.

Les Orgues de Flandre, París. Situado en el poco turístico distrito XIX de la capital francesa, a media hora a pie del Sacré-Coeur, este conjunto de edificios destaca por sus marcadas formas geométricas tanto en su silueta como en elementos como las ventanas.

Construida entre 1956 y 1958, en pleno auge del movimiento, la Torre Velasca de Milán, de 106 metros, se caracteriza por su forma de seta, con los pisos superiores más anchos que la base, sujetos por vigas en un ejercicio singular de brutalismo gracias a su estructura al aire libre.

Sus pilares de hormigón, material que da nombre al brutalismo (béton brut en francés), y su exterior de vidrio, forman una silueta parecida a la anterior. Con todo, sus vigas mayores y su reducida altura dan a la Biblioteca Geisel de San Diego la apariencia de un edificio hecho en dos fases y acerca esta construcción californiana a la corriente futurista.

Ideado por el arquitecto Moshe Safdie para la Exposición Universal de 1967 en Montreal, Habitat 67 supone todo un ejercicio de arquitectura en el que 354 módulos se unen para formar hasta 146 residencias, siendo cada unidad una habitación que puede cambiar de vivienda según las necesidades.

Eclipsada por la infame torre Balfron, la urbanización Alexandra Road Estate de South Hampstead, en Londres, supone una de las construcciones brutalistas de menos altura aunque de gran longitud, con sus 520 apartamentos, escuela, centro comunitario… Destacan sus fachadas inclinadas.

El proyecto inicial de las Torres Blancas de Madrid contaba con dos estructuras y un material blanco cuyos sobrecostes dieron lugar al resultado final, con una torre gris. Dio fama internacional a su arquitecto, Francisco Javier Sáenz de Oiza, que vivió en él hasta su muerte. Sus cilindros superpuestos pretenden recordar a un árbol, creciendo orgánicamente.

Probablemente el único ejemplo de esta corriente arquitectónica en Suiza, el Basel College of Art and Design de Basilea recibe a estudiantes y extraños con sus pirámides de hormigón invertidas incrustadas en su fachada y continuadas en el interior.

Aunque no se ajuste a los cánones clásicos del brutalismo, el complejo de tres rascacielos interconectados De Rotterdam del reconocido Rem Koolhaas es ya uno de los símbolos de Róterdam, cuna de la arquitectura europea contemporánea. Su hotel, restaurantes, tiendas, oficinas y residencias le han valido el sobrenombre de “Ciudad vertical”.

La Torre DC 1 de Viena, el más alto de la capital austriaca, espera la construcción de su compañera que formará el conjunto conocido como DC Towers. Sus 220 metros de altura con una fachada con diferentes relieves geométricos que rompe la armonía del resto de la mole de vidrio son una reinterpretación contemporánea de lo que es el brutalismo.

El que fuera el primer encargo del Estado francés al gran Le Corbusier tiene además el honor de ser considerado germen de la arquitectura brutalista: Unité d’Habitation, en Marsella. Además de sus dimensiones y sus formas repetitivas, fascinan los diferentes colores de las paredes de sus balcones.
Les Orgues de Flandre, París. Situado en el poco turístico distrito XIX de la capital francesa, a media hora a pie del Sacré-Coeur, este conjunto de edificios destaca por sus marcadas formas geométricas tanto en su silueta como en elementos como las ventanas.