Pedro Mairal inspira a un viaje literario por la Cuenca del Plata
El escritor porteño, premiado autor de La uruguaya y uno de los nombres más reconocidos de la literatura argentina actual, comparte esa visión de la geografía y los viajes tan presente en sus novelas.
Tu novela La Uruguaya ha traspasado fronteras y ha sido un éxito en muchos países, entre ellos también España. Cuando escribes, ¿piensas en un lector universal?
Sí, pienso en un lector universal, desde lo humano. Trato de mirar con lupa las reacciones y la conciencia de mis personajes, hasta casi poder ver su ADN emocional. Cuando vas al corazón profundo del individuo, eso se convierte un texto que produce identificación de modo colectivo. Pero desde el lenguaje, pienso en un lector local, no universal. No neutralizo mi castellano para que se entienda en todas partes. Creo que eso mataría la capacidad expresiva.
Montevideo está muy presente y el carácter uruguayo tiene peso incluso en el título. ¿Tienen tus novelas algo de viaje?
Sí, me interesa mucho el viaje como tema. El desplazamiento por los grandes espacios, el paisaje moviéndose, con su enumeración de detalles que parecen casuales pero que están ligados con el fluir de conciencia y las asociaciones del personaje que viaja y mira. El viaje siempre tiene que ver con la transformación. En La uruguaya, el protagonista viaja por el día a Montevideo y vuelve transformado. Intenta en el libro explicarle a su mujer qué fue lo que le pasó en esa ida y vuelta, la estupidez que hizo y por qué le cambió la vida cruzar el Río de la Plata. ¿Cruzó al otro lado del espejo y volvió distinto?
¿Hay un mapa mental a la hora de plantearlas?
Hay una zona, como diría Saer. Ahora mirando mis libros con alguna perspectiva, noto que en general hablo de la Cuenca del Plata. Desde el calor amazónico que baja en el agua turbia del Paraná, pasando por el litoral, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y Montevideo. Es la zona que conozco. Hay algo que se desagota por este estuario. Algo se disipa. Me interesa esa caída, ese desagüe. Tiene un lado oscuro y a la vez metafísico. Un río temible, que cuando lo miras no tiene orilla de enfrente.
¿Qué te inspira de Buenos Aires, tu ciudad y donde ubicaste El año del desierto?
Una sensación de intemperie. De fugacidad. Borges dice que siente más el tiempo en estos espacios cambiantes, nuevos, donde antes había un baldío y luego un corral y luego una casa, que en las milenarias torres europeas, con su piedra inmutable. Cada vez que cruzo una avenida en Buenos Aires siento que la ciudad está hace muy poco ahí y que un día va a dejar de estar. Veo el cielo de golpe. Como dice el tango Sur, “San Juan y Boedo antiguo, y todo el cielo...”.
¿Ves la capital como una ciudad literaria?
Sí, completamente. Buenos Aires es la ciudad de Borges, de Piglia, de Cortázar, de Arlt... Uno la recorre y se mete en la sintaxis de los autores y autoras. Tengo barrios y cuadras completamente asociados con sus textos, como si pasara más por dentro de sus cuentos y novelas que por la calle real. La ciudad está mapeada por la literatura. Casi se podría reconstruir a partir de los libros. Pero, como Buenos Aires es cambiante, hay que seguir escribiéndola.
Hay una extraordinaria tradición de novela corta en la literatura de América Latina. ¿Qué escritores te han influido?
De novelas cortas me gustan La invención de Morel, de Bioy Casares, y El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez, pero sobre todo me influye la síntesis de la poesía de poetas como César Vallejo, César Mermet, Neruda, Giannuzzi, Watanabe y Cisneros. Es una manera de vincularse con el castellano, desde la propia fuerza de la lengua hablada. Una raíz popular, que también viene de grandes poetas españoles como Quevedo y Lorca.
Del panorama argentino actual y de tu generación, del 90, ¿a quiénes admiras?
Me gusta lo que están haciendo Luciano Lamberti, Samantha Schweblin, Selva Almada, Federico Falco, Fabián Casas, Cucurto, Julián López, Cabezón Cámara y Leila Guerriero. Noto que, por suerte, está cambiando el eje de la narrativa argentina que antes era muy urbano, porteño, y ahora está variando hacia imaginarios argentinos de provincia, no idealizados, que pasan de lo encantador a la sordidez y la violencia sin avisar.
¿Nos podrías recomendar tres libros ambientados en Argentina ideales para leer antes de visitar?
Misteriosa Buenos Aires, de Mujica Láinez; El país del humo, de Sara Gallardo, y Turistas, de Hebe Uhart.
Imágenes: James Rajotte