Viaje al enigma maya de Guatemala
Una de las grandes cunas del desarrollo maya, Guatemala guarda aún grandes tesoros que muestran su esplendor. Solo en la Reserva de la Biosfera Maya, en la zona de El Petén de Guatemala, hay restos de cerca de 200 ciudades de esta antigua civilización. La ciudadela Tikal representa la culminación de aquella cultura, con un extenso paisaje de calzadas, acrópolis, plazas y templos. Otras urbes, como El Mirador, con el edificio precolombino más alto, Quiriguá, decorada con delicadas esculturas, o Santa Lucía, con su obsesión por la muerte, nos hablan de un enigmático desarrollo humano que poseía mayores conocimientos astronómicos que sus contemporáneos europeos y que fue abandonando todas sus ciudades, enterradas por la selva durante siglos, sin que aún sepamos explicar por qué.
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No hay que preguntarse qué fue de los mayas: siguen en Guatemala y Belice, en el tercio sureste de México y en partes de Honduras y El Salvador, todo ese territorio del tamaño de Alemania donde se desarrolló su antigua civilización. En ciudades guatemaltecas como El Mirador ya había mayas en el año 600 antes de Cristo. Y continúan ahí. Sus tradiciones están vivas y, aunque evolucionadas y mezcladas, sus lenguas, sus fiestas, su espiritualidad y sus costumbres se mantienen. Un paseo por ciudades como Rabinal o una visita a las comunidades ixiles lo demuestran ampliamente. La maya es una civilización longeva y resistente, cuyo máximo esplendor duró 2000 años, la época en que fundó grandes ciudades en un entorno como la selva tropical, uno de los sistemas ecológicos más hostiles y frágiles de este planeta.

La visita a los restos del esplendor maya comienza en la sierra de El Petén
El Petén cuenta con las dos ciudades más icónicas: Tikal y El Mirador, además de unas 200 más, cada una de ellas con su personalidad y sus propios atractivos artísticos, arquitectónicos y urbanísticos.
TIKAL
La mayor y más impresionante es Tikal, que estuvo 800 años sepultada por la selva y donde todo adquiere proporciones más divinas que humanas. Requiere al menos dos días para conocerla bien: abarca 576 kilómetros cuadrados y tuvo una población de entre 10 000 y 90 000 personas ya en el siglo IV antes de Cristo. Su momento álgido tuvo lugar en el siglo VIII, de cuando data la configuración actual de sus edificios más llamativos. En torno a su Gran Plaza, el centro ceremonial, se sitúan el templo funerario del Gran Jaguar y el de las Máscaras. Un poco apartado, el Templo IV, dedicado a la Serpiente Bicéfala en el año 741, cuenta con una altura de 70 metros a la que encaramarse para obtener unas vistas amplísimas de la selva y la ciudad. Un paisaje que inevitablemente hace pensar en el poder que reunían los reyes-dioses guerreros mayas, para los que Tikal fue la Roma imperial o la Nueva York actual.

EL MIRADOR
El yacimiento preclásico de El Mirador tiene unas escalinatas aún más arduas, las del templo de La Danta, la pirámide más alta de todo el mundo maya, con sus 72 metros. Desde ella se contempla una ciudad de cientos de edificios acosados por la vegetación selvática. A eso hay que sumarle el atractivo de su difícil acceso.

MÁS CIUDADES MAYAS EN EL PETÉN
Sin salir de El Petén y casi siempre en los alrededores de la ciudad de Sayaxché, las posibilidades de seguir inmersos en la civilización maya son inabarcables en un solo viaje. El yacimiento de San Bartolo cuenta con más de 100 estructuras en apenas un kilómetro cuadrado; Piedras Negras añade a su extensión la aventura de su acceso selvático; Zotz, unido al parque de Tikal, está aún por excavar, pero se puede observar su perfil en montículos llenos de vegetación y hacerse una idea de cuántas ciudades más hay bajo las raíces; La Blanca, un importante centro comercial maya, cuenta con atractivos murales que hablan de los orígenes de esta civilización; Río Azul relata la historia del comercio marítimo, principalmente con el cacao; Ceibal fue un poderoso reino independiente asentado en tres colinas y un centro ceremonial famoso por sus asombrosas estelas labradas; Aguateca es una ciudad amurallada a las orillas de la laguna Petexbatún; y Dos Pilas, escenario de una cruenta batalla que marcó su final, cuenta con una escalera esculpida con jeroglíficos por la que se ascendía al palacio real.
La lista es larga en esta sierra, y aún quedarían otros lugares como las cuevas de Naj Tunich, con sus tres kilómetros de galerías decoradas con 94 murales y muchos textos jeroglíficos que hablan de arte, juegos de pelota, religión e historia. O el observatorio astronómico de Uaxactún, aislado en la selva y decorado con la segunda estela más grande del mundo maya.

Recorrido por las ruinas mayas del oeste de Guatemala
Si El Petén es la zona en la que los prodigios se suceden, conservada gracias al aislamiento de siglos que le procuraron las montañas, el resto del país cuenta también con yacimientos. Al oeste está Ixmiché, una coqueta urbe fortificada de forma natural a 15 kilómetros del lago Atitlán que sigue siendo un centro ritual de peregrinación para los mayas. Q'umarkaj, en El Quiché, ofrece un conjunto en el que destacan las columnas y el campo de juego de pelota, entre diversos templos semienterrados que fueron despojados de adornos y piedras labradas por los españoles, ya que fue una de las últimas ciudades mayas en caer durante la conquista.

Ya en la costa del Pacífico destaca Takalik Abaj, importante espacio de comercio marítimo decorado con esculturas de animales, algunos marítimos, y de cabezas hipertrofiadas similares a las olmecas. También junto al mar, Santa Lucía Cotzumalguapa es una pequeña ciudad con varios enclaves de la aparentemente siniestra cultura pipil, obsesionada con la muerte. Por su parte, la otrora poderosa Copán, hoy Patrimonio de la Humanidad, queda del lado de Honduras, justo en la frontera este del país. Sus jeroglíficos y esculturas son de una gran delicadeza artística. El cercano yacimiento de Quiriguá formaba parte de Copán y éste sí que cae del lado guatemalteco. De menor tamaño, la exuberancia de sus adornos está aún mejor conservada que en la vecina metrópolis.
Todo este extenso recorrido por la cultura maya del país se puede completar (o empezar) por el Museo de Arqueología y Etnología de Ciudad de Guatemala, que conserva cerámicas, joyas, estelas y todos los objetos cotidianos que ayudan a descifrar una civilización cuyos muchos misterios (el abandono de las ciudades, los avanzados conocimientos arqueológicos y matemáticos…) nunca van a poder ser comprendidos del todo.