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Uruguay y el viaje del gigante

Cada año, entre julio y noviembre las costas de Uruguay se convierten en un santuario natural para la ballena franca austral, uno de los espectáculos más impresionantes de la fauna marina. Este cetáceo, que puede alcanzar 16 metros de longitud y 50 toneladas de peso, nada especialmente entre julio y noviembre entre Barra del Chuy y Piriápolis, eligiendo las costas charrúas como su zona favorita de apareamiento. Una ruta de miradores y torres de observación permite descubrir a estos gigantes del océano en enclaves de ensueño.

Con puntos estratégicos en destinos como La Paloma y Punta del Este, en los departamentos de Rocha y Maldonado, Uruguay disfruta de una temporada de avistamiento que suele comenzar en julio, aunque a veces ya en abril se observan los primeros ejemplares de esta ballena, caracterizada por pasar mucho tiempo en la superficie, hasta noviembre.

La ballena franca, uno de los mayores mamíferos del planeta, abandona al final del verano austral sus áreas de alimentación cercanas a la Antártida, donde consume toneladas de krill, en busca de aguas más tranquilas y cálidas donde reproducirse y alumbrar a sus ballenatos. Sus zonas de cría están en Santa Catarina (Brasil) y Península Valdés (Argentina), pero para la socialización escogen el litoral uruguayo, donde en el invierno austral se avistan tanto a las madres con sus crías, que normalmente empiezan a nacer a partir de junio, como los encuentros entre hembras y machos dispuestos a aparearse. El camino migratorio de la ballena austral no es lineal, de forma que cada año es un espectáculo único que aporta a los científicos más información sobre esta especie.

Una madre y su hijo observan desde la orilla una secuencia de 4 ballenas, que hacen piruetas en la superficie

Los especialistas estiman que la población total de ballena franca austral se encuentra hoy entre los 7000 y 10 000 individuos. Estos cetáceos se caracterizan tanto por su impresionante resoplido en V, una exhalación de vapor y agua que puede alcanzar hasta los 3 metros de altura, como por la presencia de callosidades en sus cabezas que hacen las veces de huellas dactilares, pues cada ballena presenta una distribución particular que las identifica toda la vida. Las ballenas adultas pesan entre 20 y 40 toneladas de media, las hembras son un poco mayores que los machos. Conviven en grupos de entre 2 y 12 individuos, que se acercan a embarcaciones de todo tipo para satisfacer su curiosidad. Al nacer, los ballenatos pesan alrededor de una tonelada y miden unos 4 metros, aunque en las primeras semanas pueden aumentar hasta 150 kilogramos al día, alcanzando las 8 toneladas y los 8 metros de longitud en los primeros 3 meses de vida.

El camino migratorio de la ballena franca austral no está exento de peligros. El cambio climático, la pesca intensiva (durante el siglo XIX la población de la ballena austral se redujo, debido a la pesca indiscriminada, en un 90%) y las industrias petroleras han hecho que estos gigantes y sus ballenatos vean amenazada su supervivencia. En las últimas décadas el pueblo uruguayo se ha unido para proteger y cuidar a esta especie y su ecosistema en un esfuerzo comunitario que resultó en la creación en 2013 del Santuario de Ballenas y Delfines. La iniciativa salió adelante gracias al impulso de la Organización para la Conservación de Cetáceos (OCC), que hoy gestiona este santuario, y de un grupo de escolares de los departamentos de Rocha y Maldonado: juntos hicieron llegar la petición al parlamento uruguayo, que aprobó por unanimidad el establecimiento de un corredor protegido de 160 kilómetros de extensión.

Una ballena asoma su cabeza por encima de la superficie del agua, mostrando sus únicas callosidades a los observadores

La observación de las ballenas se puede realizar desde embarcaciones, aunque estas deberán mantenerse a una distancia determinada de las ballenas para respetar tanto la seguridad de los cetáceos como la de los tripulantes del barco. Desde los puertos Piriápolis o Punta del Este, en Maldonado, es posible encontrar excursiones marítimas para avistar estos cetáceos en una experiencia inmersiva. Para los que prefieran avistar a la ballena franca austral desde la costa, el litoral uruguayo cuenta con puntos de observación de enorme calidad y belleza, situados estratégicamente para disfrutar de los saltos de unos cetáceos que suelen acercarse bastante a la playa. Las ballenas francas aletean, crean remolinos y practican piruetas para socializar y divertirse, además de para enseñar a sus crías a ejercitarse y fortalecer sus cuerpos, por lo que el espectáculo desde los observatorios suele ser inigualable.

El aleta de la ballena franca austral sale del agua al realizar piruetas cerca de la orilla

El paso previo antes de iniciar una ruta a través de los observatorios de Rocha y Maldonado es hacerse con unos buenos binoculares para disfrutar al máximo de la experiencia y estar preparados para mantener la atención. Para arrancar, Punta Ballena en Maldonado es un promontorio con una vista panorámica del océano, un lugar privilegiado para el avistamiento de ballenas. Además, es conocido por albergar Casapueblo, la emblemática construcción del artista Carlos Páez Vilaró. El siguiente punto de observación es el Mirador del Monumento a la Ballena Franca Austral, en Punta del Este, un espacio en el que el escultor Raúl Sampayo erigió una emocionante estructura de metal que reproduce frente al océano la característica silueta de la cola caudal de la ballena franca, simulando el movimiento en el horizonte de estos cetáceos. La escultura, de 5 metros de altura, no solo embellece el entorno, sino que también educa e invita a reflexionar sobre la importancia de preservar el hábitat de estos animales. Continuando la travesía hacia el este, el Faro de José Ignacio, icónico enclave de la costa charrúa, también se sitúa como uno de los puntos de observación más llamativos del departamento de Maldonado.

La escultura de Carlos Páez Vilaró se eleva sobre el horizonte al atardecer. La estructura de metal, modelada sobre con tubos a forma de red, reproduce la cola caudal de las ballenas francas

Si nos trasladamos al departamento de Rocha, el mirador Cola de Ballena, en El Cabito de La Paloma, es uno de los puntos más famosos y concurridos para el avistamiento de ballenas. Este punto de observación, también diseñado imitando la cola caudal de las ballenas, inaugura una serie de miradores temáticos que permiten no sólo avistar el camino migratorio de estos cetáceos, sino algunos de los atardeceres más especiales del país. A menos de 5 minutos se encuentra también el Mirador del Cristo del Lucho, otro emocionante enclave donde en la playa de Los Botes de La Paloma que cuenta con una escultura creada por el artista Alfredo Maurente, conocido como Don Lucho, erigida para proteger a los pescadores que salen a faenar por la zona. Rocha, además de ofrecer vistas privilegiadas para el avistamiento, cuenta con un esqueleto real de ballena franca, de 11 metros de longitud, expuesto en el balneario La Paloma, cerca del Centro de Informes de la Intendencia. Para acabar, el mirador de La Mano en Barra de Chuy, se sitúa en el límite del Santuario de Ballenas y Delfines previamente mencionado, un enclave perfecto para asomarse sobre el Atlántico en busca de la ballena franca austral.